'Bajo tierra seca', de César Pérez Gellida

RESEÑAS LIBROSLITERATURA

Laura Marín

Extremadura, principios del siglo XX. Antonia Monterroso, más conocida como la Viuda, es la propietaria de una de las mayores haciendas de la región; intenta mantenerla a flote en un momento en el que la hambruna que afecta las zonas rurales no parece terminar jamás. Pero un incendio destruye todo lo que con tanto empeño ha logrado construir y, tras él, ella desaparece sin dejar rastro.

El teniente Martín Gallardo se desplaza hasta el lugar junto con el sargento Pacheco para investigar lo sucedido. Cinco días atrás, la mujer interpuso una denuncia contra Jacinto Padilla, capataz de su finca y antiguo amante, a quien han detenido en la estación de Zafra con una bolsa llena de dinero y joyas. Él asegura que provocó el incendio por orden de Antonia y que la bolsa se la entregó ella porque iban a empezar una nueva vida lejos de allí. Durante el interrogatorio, Padilla confiesa una serie de hechos macabros que provocan un giro radical en una investigación que acabará tiñéndose de sangre. Gallardo, como todos los que viven por la zona, ha oído hablar de la enigmática Viuda, pero lo que todavía no sabe es que se enfrenta a un caso del que no saldrá indemne. 

Bajo tierra seca es un thriller rural al más puro estilo Gellida sobre una mujer que marcó el destino de quienes se cruzaron con ella.

Fragmento

Estación de ferrocarril de Zafra Provincia de Badajoz 17 de abril de 1917, a las 9.56 Lo intenta, pero no logra que desaparezcan esos chillidos que se reproducen dentro de su cabeza. Tan agudos, tan estridentes, tan desesperados. Le atormentan. El hombre de la cicatriz en el rostro hace todo lo posible para no escucharlos, pero los oye como si fueran parte de su banda sonora vital. Tiene asumido que esos gritos le van a perseguir hasta el fin de sus días y, a pesar de ello, lo que le empuja a pensar que le convendría arrojarse a las vías del tren no es eso. Es tener la certeza de que si ella se lo pidiera de nuevo, volvería a hacerlo sin dudarlo. Volvería a matar a sangre fría. Volvería a desmembrar un cuerpo. Volvería a alimentar a los marranos con su carne. Como un animal salvaje enjaulado, el hombre de la cicatriz en el rostro camina de un lado a otro sin levantar la mirada de las desgastadas puntas de sus zapatos. Un mono azul de faena abierto hasta el pecho sobre una camiseta de tirantes que un día fue blanca y una gorra de obrero estajanovista completan su atuendo. Tanto de su aspecto como de su complexión física podría decirse que, si bien en sus años mozos podía presumir de ser un tipo apuesto, hoy día no hay mujer en edad de merecer que se fije en él. Al margen de su alterado comportamiento y de la crispación que se ha apoderado de sus músculos faciales, ninguna de las personas con las que se cruza en ese andén sospecharía que Jacinto Padilla es un tipo peligroso. Ninguna excepto el guardia civil Pedro Lobato, a quien todos en el cuartel conocen como «Lobito» por su actitud arrogante, conducta que para nada se corresponde con sus seráficas facciones.

No son, sin embargo, su vestimenta ni el feo surco que le cruza la mejilla izquierda de norte a sur lo que llama la atención del guardia. Tampoco su frenético ir y venir, más propio de un padre primerizo que de alguien que aguarda la llegada del tren. Es la bolsa de viaje que carga lo que le ha hecho fruncir el ceño y dar un leve codazo a su barbirrucio compañero, el cabo Aguado, quien, distraído en otros menesteres más mundanos —como alegrarse la mañana con las viajeras más atrevidas en el vestir—, chasquea la lengua en señal de protesta. —¿Y ahora qué mosca te ha picado, muchacho? —Aquel —le señala con un fugaz movimiento de cabeza—. Eso que lleva no es suyo. El otro entorna los ojos para mejorar el enfoque. —¿El obrero? —Sí. A Román Aguado le fastidia tener que darle la razón a su inexperto camarada, pero, tras unos segundos de observación, resuelve que, tanto por su apariencia como por el argumento que esgrime Lobito, se requiere una intervención. —Sígueme —le ordena colgándose al hombro la Remington, una carabina que, igual que él, cuenta con más de veinte años de servicio. Padilla se sobresalta cuando Aguado posa la mano en su hombro.

Opinión

Es un thriller que comienza desde la detención de un sospechoso por por un incendio y ya se palpa una historia de peso. A pesar de que tiene su protagonista, los demás personajes tienen igual de importancia que ella. Eso es algo que a mí me gusta bastante. El autor, César Pérez Gellida, hace que sospechemos desde el primer momento manteniendo la intriga y atrapándonos en esta interesante novela negra ganadora del 80 Premio Nadal. Totalmente recomendable. 

FICHA DEL LIBRO

Género: Novela negra

Nº de páginas: 504

Editorial: Ediciones Destino

ISBN: 978-84-233-6457-2

Fecha de lanzamiento: 07/02/2024

Medidas: 13.3 x 23 cm