El escritor Jaime Alarcia refleja las ambiciones del ser humano en 'La vida que no queremos ver'

LITERATURA

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Agencias.

  • En esta brillante y divertida novela un inspector que investiga la desaparición de un niño pintor hace 30 años revolucionará con su llegada a un pueblo con un gran secreto.

El escritor Jaime Alarcia se embarca por primera vez en el mundo de la literatura con La vida que no queremos ver (Editorial Platero), una novela en la que el misterio, el humor y la ironía están garantizados.

En su ópera prima el autor presenta a Tornedo, un pueblo donde todos los vecinos se conocen, se ayudan y se apoyan los unos a los otros. Sobre todo a Damián, un hombre ciego que no recuerda su pasado a causa del accidente que se cobró su visión y con un talento innato para la pintura y el mayor orgullo de la gente. Un día llega al pueblo Francisco, un inspector que acude para investigar el caso reabierto de la desaparición del niño pintor de Málaga en 1987. Muy pronto se dará cuenta de que todos en el pueblo guardan un secreto. Y el regreso de Maribel, una chica que vivió allí, podría ponerlo en peligro.

"Tornedo tiene todo lo que tienen esos pueblos de costa donde hemos veraneado tantas veces. Un lugar que todos podemos imaginar. Con los bares, las cervezas, el litoral y esa gente que podemos habernos cruzado algún día de verano".

Este relato perfectamente construido recoge temas como los prejuicios sociales, la corrupción o el racismo, muy relevantes en la actualidad, a través de unos personajes cotidianos y de lo más variopintos cuya ambigüedad moral será el eje principal de sus decisiones en pos de sus intereses.

No obstante, también hace toma consciencia de la buena voluntad de las personas en busca de la justicia y su propia identidad, la necesidad de pertenecer a y sentirse acogido dentro de un grupo y el valor que los recuerdos ejercen en su formación y en el presente.

"En el libro el pueblo defiende la ética de sus acciones, aunque sean reprochables moralmente. Justifican esa ambición si gracias a ella sus habitantes viven mejor. Estoy plenamente convencido de que todos los actos de los personajes tienen su espejo en la vida real más allá de que en la novela los trate en situaciones algo surrealistas".

El autor logra construir una historia anormalmente normal que oscila entre la locura y la más absoluta cordura en la que evalúa al ser humano y sus ambiciones de una manera muy ingeniosa, gracias a su estilo coloquial y a esa atmósfera costumbrista con la que los lectores se sentirán cómodos.

Sin duda, se trata de una obra pensada, cuidada y equilibrada que pone de entredicho diferentes opiniones y formas de acercarse a distintas cuestiones para, mediante estas críticas, intentar hacerlas notorias.

"Me atrevo a decir que todos nos cambiaríamos de acera si por la noche nos cruzásemos con un magrebí con sudadera de capucha. Leemos la prensa con todos sus impactos y caemos en sesgos y miedos incontrolables. Por supuesto no nos cambiaríamos de acera si nos lo cruzásemos en el barrio de Salamanca vestido de americana y corbata. En la novela intento visibilizar esa debilidad individual. No tanto el odio descerebrado, sino los miedos del inculto que llevamos dentro".

En definitiva, una propuesta novedosa e inteligente que sorprenderá a todas aquellas personas que se asumen a sus páginas.